Este jueves asistí a una conferencia en la jornada de salud de la UVM campus Mérida, donde la Mtra. Ana María Peniche Cetina, encargada del programa de alimentación en las escuelas por parte del DIF, impartió una plática sobre la intervención nutricional no basada en el peso. Aunque la maestra demostró un amplio conocimiento sobre el tema, me dejó con una profunda inquietud acerca de la efectividad real de estos programas en el largo plazo.
La premisa de los programas del DIF parece centrarse en abordar los síntomas de la desnutrición infantil mediante la entrega de alimentos a familias en situación de vulnerabilidad. Sin embargo, me atrevo a cuestionar si esto no es, en realidad, un desperdicio de recursos que evita enfrentar la verdadera raíz del problema. Es mi opinión que la causa de la desnutrición no radica únicamente en la falta de alimentos, sino en la decisión de personas con escasos recursos de tener hijos cuando no cuentan con los medios para criarlos de manera adecuada.
Al alimentar a estos niños, el DIF elimina la oportunidad de aprendizaje que tanto los padres como los propios hijos podrían tener. Si las familias vieran de manera directa las dificultades de tener hijos sin los recursos suficientes, es probable que tomaran decisiones más responsables a largo plazo. Enfrentar el sufrimiento de un niño por falta de alimento podría generar una conciencia que disuada a los padres de tener más hijos en circunstancias de pobreza. Del mismo modo, los niños que crecen experimentando hambre podrían, en el futuro, evitar traer más niños al mundo si no cuentan con los medios para sustentarlos.
Este enfoque, en lugar de fomentar un crecimiento personal y colectivo, se diluye al otorgar despensas subsidiadas que solo perpetúan el ciclo de pobreza. Los hijos de estas familias crecen sin experimentar las verdaderas consecuencias de la escasez y podrían llegar a creer que tener hijos es factible, aun cuando en realidad dependen del dinero de los contribuyentes para alimentarse.
Lo que resulta aún más preocupante es el uso de recursos públicos para perpetuar este ciclo. En lugar de gastar dinero en programas que realmente solucionen el problema, como vasectomías gratuitas o infraestructura que genere oportunidades económicas, se destina a alimentar temporalmente a individuos. Este tipo de intervenciones no solo fracasan en resolver el problema de fondo, sino que además incrementan los niveles de pobreza al incentivar el crecimiento de una población que el país no puede sustentar.
Resulta irónico que en un mundo donde se nos pide a los ciudadanos que utilicemos popotes de papel, que dejemos de usar nuestros vehículos o adoptemos otras medidas para cuidar el planeta por el calentamiento global, los gobiernos no tengan el valor de imponer restricciones a la reproducción. Se deberían tomar decisiones similares a las que se exigen en los procesos de adopción. Reproducirse no debería ser un derecho automático, sino un privilegio que se gana. Tener hijos no puede seguir siendo algo que ocurre por accidente o por falta de planificación, sino que debe ser una decisión consciente y responsable.
En un mundo donde cada vez más procesos son automatizados y la necesidad de una mano de obra abundante ha disminuido, resulta insensato continuar fomentando un crecimiento poblacional descontrolado. Las estadísticas son claras: en la década de los 90, las empresas del índice S&P 500 requerían más de siete empleados para generar un millón de dólares en ingresos. Hoy, en 2024, solo necesitan dos empleados. Y aún no hemos adoptado masivamente la inteligencia artificial. En los próximos diez años, se espera que esta cifra se reduzca aún más, con empresas generando hasta diez millones de dólares por cada empleado.

Así pues, alimentar a estos niños con recursos públicos no solo es una medida paliativa, sino una que contribuye al incremento de la pobreza y a la perpetuación del problema que supuestamente se pretende resolver. La verdadera solución radica en atacar las causas estructurales que perpetúan la pobreza, y en repensar el uso de los recursos para fomentar un desarrollo sostenible y equitativo para todos.
Leave a comment
Your email address will not be published. Required fields are marked *